Morgue Clandestina

jueves, 22 de abril de 2010

Oscuridad, calma









Tomamos una sopa caliente, o té, y volvemos a marchar. La región es encantadora, con bellísimos panoramas, y la gente es animosa, robusta, simple, dotada de las mejores cualidades. Sin embargo, son muy, muy supersticiosos. En la primera casa donde paramos, cuando la mujer que nos sirvió, observó la señal de mi frente, se persignó y alargó dos dedos hacia mí, para protejerse del mal de ojo. Creo que puso gran cantidad de ajos en nuestra comida, y yo no soporto el ajo. Desde entonces procuro no quitarme el sombrero ni el velo, gracias a lo cual me libro de toda sospecha. Avanzamos con rapidez. Como no llevamos cochero que cuente anécdotas en las etapas, dejamos el escándalo a nuestras espaldas; no obstante, me imagino que a lo largo de todo el camino observaremos el miedo al mal de ojo. El profesor se muestra infatigable; no ha descansado en todo el día, aunque a mí sí me ha obligado a dormir largo tiempo. Me hipnotizó al ponerse el Sol, según costumbre y yo contesté, también como siempre "Oscuridad, oleaje, y crujido de tablas". Por tanto, nuestro enemigo sigue estando en el río.

















DIARIO DE MINA HARKER





DRÁCULA





Bram Stoker

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