Morgue Clandestina

martes, 30 de marzo de 2010

DHL Cuba

Hace un par de años fui a la oficina de DHL en Miramar para enviar unos videos familiares a unos amigos en España. La empleada me miró como si pretendiera trasladar a otra galaxia una molécula de oxígeno. Sin siquiera tocar el casete MiniDV, me dijo que la filial habanera sólo aceptaba transportar modelos VHS. Pensé que se trataba de una cuestión de tamaño, pero la explicación de ella fue más sorprendente: “Es que nuestras máquinas para visualizar el contenido sólo leen casetes grandes”. Ante mi insistencia, la mujer sospechó que en lugar del rostro sonriente de mi hijo, yo quería remitir “propaganda enemiga” al extranjero.



Regresé frustrada a casa –adonde nunca me llega correo regular– y pasado un tiempo estuve otra vez necesitada de los servicios de esta empresa alemana. Ante la imposibilidad de viajar a Chile para presentar mi libro Cuba Libre, la editorial me remitió, hace pocos días, diez ejemplares en un sobre con la palabra “express”. Ni las numerosas llamadas telefónicas a la oficina de la calle 26 esquina 1ra, ni mi presencia allí, han logrado que me entreguen lo que es mío. “Su paquete ha sido confiscado” me han dicho hoy en la mañana, aunque en realidad debieran haber sido más honestos y confesarme “Su paquete ha sido robado”. Aunque se trata de los mismos textos que, sin echar mano de la violencia verbal, he ido publicando en la Web desde hace tres años, los censores de la aduana lo han tramitado como si fuera un manual para fabricar cocteles Molotov.



Ahora que los titulares de todo el mundo cuentan el fin del contubernio entre Google y la censura china, las empresas extranjeras radicadas en Cuba siguen obedeciendo los filtros ideológicos impuestos desde el gobierno. Con sus aires de eficiencia, su tradición de inmediatez y sus frases al estilo de “Keep an eye on your package”, DHL ha aceptado una tabula política para medir a sus clientes. No hacerlo le valdría la expulsión del país y la consiguiente pérdida económica, de ahí que pasen por alto la inviolabilidad del correo y miren hacia otro lado cuando alguien demanda que le devuelvan lo que le pertenece. Los colores rojo y amarillo de su identidad corporativa nunca me habían parecido tan estridentes. Al mirarlos hoy siento que en lugar de celeridad y eficacia nos están advirtiendo: “¡Cuidado! Ni siquiera entre nosotros tu correspondencia está segura”.



Publicación de Yoani Sánchez, Cuba

http://www.desdecuba.com/generaciony/?p=3127

http://www.desdecuba.com/generaciony/

jueves, 25 de marzo de 2010

Y siempre la yunta andando

Una cosa es que el pueblo haga suyo los cantos, canciones, sones y corridos populares, los adopte y adapte, quite, ponga, cambie; otra es que hagan de las suyas los compositores para el público y las grabaciones comerciales -éstas si bien sirven para difundir, también acortan las distintas versiones populares debido al peso económico-, incluyendo en esta tarea de camino real a los arreglistas, "directores artísticos" y demás fauna espectacular.

Casos han aparecido a la luz pública como El Barzón, de padre desconocido y bien mostrenco. Vicente T. Mendoza recogió un vestigio procedente de San Pedro Piedra Gorda, Zacatecas, de acuerdo con la información proporcionada por Pantaleón Cardona en 1948, quien dice haberla oído hacia 1878.

...Parece que voy llegando
a los cuernos de los Reyes,
comiendo naranjas dulces
y deshojando magueyes.
En los pueblos del Rincón
...........................................
se me reventó el barzón,
y siempre la yunta andando.

(Vicente T. Mendoza, 1952, p87. Mendoza señala con asterisco Rincón, dando a entender San Francisco del Rincón, Guanajuato. [Nota de Álvaro Ochoa en: Mitote, Fandango y Mariacheros, pp83-84])

Seguramente la anterior, si fuera la primicia, propició 189 versos octosílabos (sin contar seis del estribillo repetidos en tres ocasiones) en el ejemplo de Aguascalientes. Letra y música de Miguel Muñiz. Escrito en Viudas de Oriente (actualmente Villa Juárez), municipio de Asientos. Se advierten "de oquis" y "pechera" en El Barzón, pantalón de pechera que bien puede denotar influencia de la vestimenta ferrocarrilera y ambas, tal vez, la alusión a una experiencia migratoria: Orkie, oqui, trabajador agrícola del medio oeste norteamericano. Los autores del capítulo Aguascalientes incluido en el Diccionario Histórico y Biográfico de la Revolución Mexicana (1990, t.I) citan la fuente de Luis Marmolejo Espinoza Apuntes de la Reforma Agraria en Aguascalientes, Torreón, 1976.

Una versión arreglada en 79 versos por Los Folkloristas llegó a ellos a través del grupo Tupac Amaru en "un viejo disco que circuló en una convención agrarista que tuvo lugar en Aguascalientes en el año de 1939, editado -según dice el sello- por el Departamento Autónomo de Prensa y Publicidad" [DAPP] y en el mismo se acredita el corrido a Miguel Nuñez (sic), ejidatario de Viudas de Oriente (El Cancionero Popular), Amparo Ochoa con la colaboración del grupo de los Folkloristas, notas de Rubén Ortiz, México, Discos Pueblo DP1006, "El Barzón" Canción-corrido, oriundo del estado de Aguascalientes, Época Agrarista, En la cubierta del disco no se proporcionan más detalles.

En otro disco de larga duración, éste de Luis Pérez Meza y sus más grandes éxitos, la autoría de "El Barzón" (ranchera) se atribuye a Miguel Muñoz (sic), México, Falcon Records Serie 3000, FLP-3036. En cambio, "El Barzón" en el Cancionero Popular Mexicano, selección, recopilación y textos de Mario Kuri-Aldana y Vicente Mendoza Martínez, se indica simplemente (D.P.) Aunque por encima pueblo y público se parecen, en el fondo significan distinto.
EL BARZÓN

Esas tierras del Rincón
las sembré con un güey pando
y se reventó el barzón
y siempre la yunta andando.
Cuando yo iba a medias tierras
l'arado iba muy enterrado,
s'iba enterrando hasta la telera,
compuse bien mi mancera,
y el yugo s'iba pandeando,
el timón s'iba doblando,
la reja s'iba quebrando,
la raya s'iba jerrando,
el barzón s'iba trozando,
el sembrador iba manqueando...
Yo le digo al sembrador:
-No me hables cuando ande arando.
El máiz era pipitillo,
me dolía mi corazón;
voy a ver a mi patrón
pa decirle con distraición
que mañana no trabajo;
yo ya no acabo el destajo,
ya no quero trabajar,
pues yo de oquis no trabajo
por un real que ando ganando;
si me paga veinte fierros,
pues iré allá cada y cuando...
Y se reventó el barzón
y siempre la yunta andando.
Cuando salí a l'otra orilla
la tierra estaba pesada;
me decía mi prenda amada:
-Métase para dentrito,
no se vaya usté a mojar,
y se vaya usté a resfriar,
y se vaya usté a morir
para mi mayor sentir,
y me deje a mí llorando
con mi chiquito en los brazos;
mírelo todavía mamando...
Y se reventó el barzón
y siempre la yunta andando.
Cuando yo la fui a escardar
me arremangué mi pechera;
me decían los de mi tierra:
-Encájele bien l'arado,
arrímale bien la tierra
que quede el surco planchado,
aunque levantes terrones.-
Me arremangué mis calzones,
me arrisqué bien el sombrero,
La Adelita iba cantando
y la yunta iba tranqueando,
los picaba cada y cuando...
Y se reventó el barzón,
y siempre la yunta andando.
Cuando andaba asegundando
la yunta se me cansó,
la mancera se quebró,
el timón se deshojó,
la telera se zafó,
el otate se partió,
un güey se me descornó,
el sembrador se murió,
el barzón se reventó,
un talón se me espinó,
la reja me la quebraron
porque'iba muy recio andando,
el yugo s'hizo muy pando...
Y se reventó el barzón
y siempre la yunta andando.
Cuando estaba jiloteando,
me compuse mis huaraches;
y todas las noches m'iba
a puro matar mapaches.
Cuando estaba ya en elote,
todita la noche andaba
sonándoles con un bote.
Me decía la vida mía,
pobrecita, hasta lloraba:
-Si así siguen los mapaches
esa milpa te la acaban.-
Y todas las noches m'iba
a cuidarla con esmero;
hice mi jonda de cuero,
del güey que se descornó
cuando s'hizo el yugo pando...
Y se acabaron el máiz
y los mapaches jalando.
Cuando yo la fui a tumbar
había muchos lampotillos;
me compuse mis manguillos,
me amarré bien mi canilla,
me encomendé a un Santo Fuerte,
le recé La Cucaracha;
se me despuntó la hoz,
se me quebró de la cacha.
-¿'Hora tumbaré hasta cuando?
A mí lo que más me puede
que apenas iba empezando,
y se me quebró la hoz...
Y siempre seguí tumbando.
Cuando yo la fui a pizcar
el máiz estaba bien dado,
el máiz estaba muy basto;
se me desaró el canasto,
compuse bien mi montón,
se me quebró el pizcador,
y se me zafó el cotón;
el máiz estaba podrido,
y se quebró el pizcador...
Y siempre seguí pizcando.
Cuando acabé de pizcar,
vino el rico y lo partió;
todito s elo llevó,
ni pa comer me dejó.
Y me presentó la cuenta:
-Aquí debes qunce pesos
de los dos güeyes la renta,
de la renta de los güeyes,
cinco pesos de magueyes,
cuatro hanegas, tres almudes
del máiz que te habilitamos;
una hanega tres cuartillas
del frijol que te prestamos;
un peso de unas coyundas,
cinco pesos de unas fundas,
tres pesos de no sé qué,
pero están en la libreta.
A más d'eso, siete reales
de la calza de una reja,
seis cincuenta de una manta
que sacates en la tienda;
con todo el máiz que te toca
no le pagas a la Hacienda.
Veinte pesos diez centavos
es lo que sales restando;
pero cuentas con tu tierra
para que sigas sembrando,
y 'hora vas a trabajar
pa que sigas abonando.-
Nomás me quedé pensando
sacudiendo mi frezada,
haciendo un cigarro de hoja:
todo mi máiz se llevaron
para esa maldita troja.
¡Qué patrón tan sinvergüenza,
nomás me dejó mirando!
Y se llevaron mi máiz...
Y yo me quedé chupando.
Cuando llegué a mi casita
me dijo mi prenda amada:
-¿Don'tá el máiz que te tocó?-
Le respondí yo muy triste:
-El patrón se lo llevó
por lo que debía en la Hacienda;
pero me dijo el patrón
que contara con mi tierra
para seguirla sembrando,
y hora voy a trabajar
pa seguirles abonando.
Me dijo la vida mía,
pobrecita, hasta llorando:
-No trabajes con ese hombre,
nomás nos está robando;
mejor métere a agrarista,
anda con el Comité
que te apunte allí en su lista:
¿No aprendes a mi compadre,
a mi hermano y a su yerno,
'tan sembrando muy a gusto
tierras que les dió el Gobierno?..
Anda al Salón de Sesiones,
que te lleve mi compadre;
ya no le hagas caso al padre,
quítate ya de ejercicios,
novenas y confesiones;
que vaya al... arroyo el cura,
él y sus excomuniones.
¿Qué, no ves nuestra familia?
Anda ya hasta sin calzones,
yo ya no tengo vestido,
tú no tienes pantalones...
Y me quedé yo pensando:
pué que deje a mi patrón.
Me fui con el Comité
a pedirle una parcela;
y se llegaron las aguas
y empecé a sembrar mi tierra
con un cuaco y un jumento.
Le digo a la vida mía:
-'Hora si ando muy contento
trabajando con esmero
aquí entre mis compañeros
para poder progresar,
al cabo aquí no hay patrón,
que nos la venga a quitar.
Cuando estaba jiloteando,
¡Ah, qué matas de frijol,
qué bonito 'stán floreando!
Llévate unso ejotitos
que coman mis muchachitos,
al cabo aquí no hay un patrón
que nos quite la labor
por unos tres elotitos-.
Me dijo la vida mía:
-Que vaya el patrón al cuerno.
¡Cómo estuviéramos de hambre,
si te has seguido creyendo
de lo que te decía el cura
de las penas del infierno!-
¡Viva la Revolución!
¡Viva el Supremo Gobierno!
Hay que seguirles la pista.
Les digo a mis compañeros:
-¡No hay como ser agrarista!

(Mendoza, Vicente T. El romance español y el corrido mexicano, estudio comprativo, pp762-766. Hemeroteca Nacional UNAM y Biblioteca de El Colegio de México.)

Mendoza, Vicente T. Folklore de San Pedro Piedra Gorda Zacatecas, México, SEP-INBA, 1952.

Mendoza, Vicente T. El romance español y el corrido mexicano: estudio comparativo, México, Instituto de Investigaciones Estéticas-UNAM, 1939.

El cancionero popular mexicano, Selección, recopilación y textos de Mario Kuri Aldana y Vicente Mendoza Martínez, México, CONACULTA-Dirección General de Culturas Populares, v.2, 1990.

Ochoa Serrano, Álvaro. Mitote, fandango y mariacheros, México, Centro Universitario de la Ciénega-Fondo Editorial Morevallado-Casa de Cultura del Valle de Zamora, 4a ed, 2008.

martes, 2 de marzo de 2010

My dealer






Por mucho tiempo fui adicta a la música norteña. Y como toda adicta, a toda costa trataba de ocultar mi adicción.
Es que para una morra como yo, que se la rolaba en los bailes de Neza y Texcoco con amigas que escuchaban a Madonna y Shakira, que vomitaban después de atascarse de tacos y que practicaban la religión del Daddy money, era pecado aceptar que me sabía de memoria todos los narcocorridos de los Tigres del Norte.

Al igual que las estaciones de radio que censuraron los narcocorridos, delante de mis amigas yo también censuraba al grupo más importante de música norteña.
Pero vino el día que, cansada de ocultar mi pasión por el acordeón y el bajo sexto, me salió lo michoacana y le subí todo el volumen a Jefe de jefes.

Mis amigas se quedaron mudas.
Me llamaron naca.
Algunas, de plano, cantaron conmigo.
Pero mi herencia, la voz y el acordeón del Tigre Mayor, me hicieron dejar a Madonna.
Después de salir del clóset y aceptar que era norteña de texana fina, mi adicción se volvió peor.
Y es que esa forma con la que los Tigres rugen, hacen hasta balacear con el pensamiento a más de tres malos recuerdos.
Poco a poco fui descubriendo mi gravedad, coleccionaba toda la música norteña.
En la mañana desayunaba Pakas de a kilo. En la escuela me iba a los basureros a inyectarme La tumba falsa.

Pero, al poco tiempo, las canciones y corridos ya no eran suficientes.

Empecé a buscar otras presentaciones.
Fui a los tianguis a comprar La jaula de Oro, La banda del carro rojo y La camioneta gris. Fue cuando Mario Almada me dio a probar la nueva droga.
Cada vez que iba a un baile me llevaba mi repertorio de cámaras fotográficas y de video a escondidas.
Compraba cada publicación sobre música norteña y Los Tigres. De vez en cuando algo de Chalino, por qué no.
El bajo mundo de la piratería de importación era mi punto de venta.
Cuando ya andaba alucinando con Camelia la Texana y El Tarasco supe que estaba acabando con mi vida, en vez de hacer tarea, me la pasaba escribiendo historias de mi sueño de conocer a Los Tigres en persona, que me imaginaba que algún día se haría realidad. Decidí rehabilitarme.

Volví a buscar a mis amigas fresas para ir sacando el acordeón de mis neuronas intoxicadas.

Guardé en un lugar seguro todo mi repertorio musical y cinematográfico.
Me puse una playera de Madonna y me hice unos mechones como los de Shakira para ver si funcionaba.
Pero el vicio norteño es tentador . Al caminar por los tianguis, los puestos de discos suben el volúmen a todo lo que da, retumba dentro de mí La reina del sur.
Tiemblo cuando enciendo la televisión y está Banda Max.
Lo más cruel es cuando veo los pósters que anuncian el próximo baile. Entonces mi cerebro pide una dosis más de Ya te velé.

Cualquiera que pase por la misma situación sabe que no es fácil dejar de conectarse con el dealer norteño.



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