Morgue Clandestina

viernes, 17 de febrero de 2012

Atrapados en los sueños


Aquella noche en mi recámara comencé a soñar. Iba en un camión común, un transporte colectivo que podía llevarme de cualquier punto hasta cualquier otro punto. El trayecto era luminoso, las ventanas perfectamente limpias dejaban ver claramente el paisaje. Un árbol, casas, una plaza, un semáforo, un árbol, casas, una plaza, un semáforo. Pero después de un largo rato, mientras me recostaba en el asiento, alcanzaba a ver todavía cómo el paisaje se repetía una, dos, tres, infinidad de veces. Fue lo que me hizo pensar que estaba soñando. Un detalle ilógico me hizo pensar, aún dormida, que estaba en un sueño. ¿Y ahora qué? ¡Despierta! Nada. El paisaje continuaba repitiéndose infinitamente y el camión avanzaba sin detenerse. ¡Hey, despierta! El hecho no era haberme dado cuenta de que me encontraba en un sueño profundo, sino que nada cambiaba, no podía controlarlo y por más que golpeaba contra las paredes del sueño no podía despertarme. ¿Me iba a quedar dormida por siempre? ¿Me quedaría en ese sueño reproduciéndose al infinito? Creo que acabé resignándome. Abrí los ojos. Vi mi cuarto. Aún sigo pensando que nunca despierto de mis sueños, que sólo sé que se trata de uno de ellos. ¿Y no es así? ¿Acaso los humanos no viven y sufren sus propios sueños cumplidos?


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