Morgue Clandestina

domingo, 25 de noviembre de 2012

Agua y Aceite



Todavía no entiende cómo pasó. Un detalle se encadenó con otro ininterrumpidamente. Desde el principio supo que no sería fácil, aunque tampoco imaginó hasta dónde podría llegar con Aceite, su amiga de la infancia. Recordó la rivalidad que siempre existió, implícita, silenciosa, amenazante, un tanto destructiva. Luego pensó en sí misma y decidió hacerlo. ¿Cuál es el momento idóneo para perdonar, para olvidar, para comenzar por segunda vez? ¿Cuáles son las circunstancias que nos llevan a tomar una decisión e ignorar las otras miles? Lo cierto es que se trataba de una oportunidad inimaginable, pero interesante. Agua comenzó a aprender de Aceite. Al principio permaneció callada, escuchándola y observándola, pensando. Poco a poco cambió. Nadie debería callarse lo que en realidad piensa, ¿en qué momento los seres deciden volverse diplomáticos o un poco hipócritas?, ¿qué intereses median la verdad de sus sentimientos? Para Agua no era fácil mantener políticamente correctos aquellos sentimientos negativos hacia Aceite, el deseo de corregirle ese hábito de mostrarse superior a los demás; controlar el impulso de callarla, abofetearla y ahorcarla. No era Aceite, sino una Soga atada al cuello, una Serpiente apretando cada día más. Su ego exaltado, su delirio de superioridad, sus traumas de la infancia, su ausencia de afecto, su inexistente ubicación en la realidad colmaban día a día la consciencia de Agua. Agua seguía al lado de Aceite, comprendiéndola, analizándola, manteniendo la calma y dándole lo mejor que podía. Un día Aceite se descontroló, rebasó los límites de Agua. Aceite decidió ejercer su poder sobre Agua. Decidió tratarla como trataba a todo el mundo, pero el poder de Aceite era  una proyección de sus carencias y frustraciones, era un poder ficticio, resultado de la ausencia de inteligencia, una expresión de todo lo que Agua representaba para Aceite, de todo lo que Aceite no era. Aceite intentó apoderarse de Agua, pero Agua conocía muy bien sus propios límites y alcances. Agua conocía su propio poder y sabía ejercerlo, y así lo hizo. Agua podía debilitar a Aceite con muy poco esfuerzo. Agua sentía que caía a un pozo sin fondo al lado de Aceite. Aceite no tenía límites, su ausencia era demasiado profunda para satisfacerse con una amistad sincera y desinteresada. Agua continúa fluyendo y Aceite sigue intentando fluir por sí misma y sobre los demás... 


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