Morgue Clandestina

martes, 19 de octubre de 2010

Llueve en Tijuana

















Hoy llovió en el desierto, hoy llovió en el océano, y aún así no enverdece, sólo crecen las olas. Me siento tan extraña en este lugar, aún en medio proceso de adaptación, apropiándome del espacio muy sigilosamente. En la sala-comedor del Colegio casi nunca hay alumnos, es un espacio silencioso muy reconfortante, los sillones son muy cómodos: hay tres de color naranja?, no estoy segura, creo que se llama terracota- para dos personas, lo suficientemente anchos, y cuatro individuales de color café en forma de semicírculo, repartidos en dos secciones con una mesa de centro cada una, en una mesa de centro, la que está en la entrada principal, reposa un juego de ajedrez (pff). Tenemos refri, cafetera, micro, alacena, fregadero y un comedor rectangular de seis sillas color caoba y beige. Hoy quería enviar un mensaje desde mi celular pero no alcanzaba la señal, primero abrí una ventana pequeña ubicada al interior de la sala en la parte superior, pero fue insuficiente; traté de abrir una puerta y estaba cerrada, intenté abrir otra y también cerrada. Desistí.

Platiqué con un señor del servicio de intendencia al que saludo regularmente, mi apego a los trabajadores es inevitabley siempre quiero saber de dónde son, dónde viven, por qué están aquí y qué sienten. Me contó que viene desde Guatemala, que intentó cruzar hacia EU hace 8 años aproximadamente y que no pudo, así que se quedó a vivir en Tijuana, trabaja aquí en El COLEF. Luego llegó otro señor que parece que es su jefe -y si no lo es se comportó con cierta autoridad en tono déspota- y tuvo que irse, recogieron la cafetera para llevarla a donde la necesitaban.

Intenté retomar la señal del celular abriendo otra ventana, una de las grandes que están sobre el pasillo, estaba trabada, pensé que si quitaba el seguro podría abrirse, pero sólo salieron un par de bichos bastante extraños que me sacaron un susto, señal de que nadie abre esas ventanas. Jalé pero no logré abrirla más de un milímetro. Fui a la siguiente ventana grande a probar suerte. Esa sí se abrió, pero ninguna señal llegó a mi celular, no pude enviar el mensaje. Y aquí el módem de mi laptop tampoco reconoce el internet de la red del colegio, qué pasa con las telecomunicaciones? Qué querría mi roomie? Estaba en asesoría con el Dr. Contreras cuando intentó localizarme. Pensarán que cuánta preocupación, pero lo importante no es el mensaje de celular, sino que no pude establecer comunicación con el exterior desde aquí por más esfuerzos que hice, debía salir del piso o del edificio para poder comunicarme, resultaba más fácil ir personalmente a uno de los salones del piso de arriba donde el mentado roomiante tenía clase de inglés.

Esto cada día se parece más a una fortaleza, paradójicamente desde esta institución elaboraré un discurso donde se le dé voz a la historia no oficial. Desde este espacio en medio de la carretera, rodeado por desierto y agua, lejos de cualquier poblado: Playas de Tijuana, Tijuana, San Antonio del Mar o Rosarito, desde aquí pretendo romper la censura, defender el discurso legítimo del migrante ilegal o, mínimamente, el intento de dejar un registro sólido sobre lo que no se dice, sobre lo que otros no ven o no quieren ver.

No he ido a conectarme al internet a la cafetería, uno de los dos lugares donde mi módem sí acepta la red (el otro es la biblioteca), no he salido del edificio de Docencia (así se llama donde están las aulas de los alumnos) porque comenzó a llover desde las 10am más o menos, pero para contarles esto tendré que moverme forzosamente, seguramente hoy optaré por la biblioteca, aprovechando que devolveré cuatro libros que no leí por las tareas de la semana pasada y que debo buscar otros títulos sobre el paisaje musical que me encomendó el Dr. Contreras para mi ensayo final del curso.

Me dí cuenta de que las puertas que no pude abrir estuvieron cerradas porque el agua de la lluvia se mete a los edificios por ahí. Ya estoy en casa y no ha dejado de llover



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