Morgue Clandestina

viernes, 8 de octubre de 2010

La Gran Teoría

De donde vengo la tierra se desmorona. En la tierra en la que vivimos todo se desmorona. La tierra árida se desgaja. Donde vivimos tratamos de detenernos de las piedras, pero resulta inútil. Todo se desmorona. Es un terrón y es pólvora. No hay un precipicio firme. Todo deja de existir.



¿Qué significa migrar? Seguir un sueño, despertar y enfrentar la realidad. ¿Qué significa vivir en la frontera? Atravesarlas de una en una constantemente, por cualquier medio que esté a nuestro alcance. ¿Por qué siempre busco significados para cada cosa? Es un mal hábito que debo remediar. ¿Han notado que siempre queremos darle un significado a lo que nos pasa? ¿Y qué pasa cuando la realidad nos gana? ¿Y qué sientes cuando para encontrar lo que buscabas te diste cuenta de que no era el camino que seguías? ¿Qué pasa cuando creemos? ¿Qué sucede cuando confiamos? ¿Y qué si dejamos de creer, si ya no buscamos un significado, si el desencanto nos invade, si lo exótico se nos torna cínico? Dejamos de buscar significados a las cosas o a los hechos, el significado emerge de cada paso dado, de esa tierra lejana llamada realidad.
---------------- 0 -----------------
Han pasado dos meses, de Michoacán a Tijuana, recuerdo que aún hace un mes todo me sabía dulcemente terso. Sábanas de satine, alfombras turcas. Recuerdo incluso que todo lo veía maravilloso: el paisaje, las personas, las cosas... todas las cosas tenían una esencia digna de fotografiarse, digna de descrbirse a detalle, de adornarse con palabras en el lenguaje cotidiano. Aún me flajelaba el alma ver el constante cruce de migrantes en la frontera México-EU. Aún me producía escalofrío observar a la patrulla fronteriza todos los días desde la playa de Tijuana, los retenes militares, los operativos federales en las carreteras, la vigilancia. Poco a poco se ha desvanecido mi sensibilidad, poco a poco se ha difuminado mi enfoque histórico. Paulatinamente, mi vida personal se ha convertido en un caos que parece infinito. Ya no tengo cerca mi hogar, sin mencionar que mi mascota falleció hace unos días. RIP Godzilla. En unos días cambiaré otra vez de vivienda, migraré hacia la red de estudiantes que por aislarme de ella mi vulnerabilidad se intensificó. Me insertaré en la dinámica de ayuda y cooperatividad colectiva de mi nueva comunidad. Mala decisión no hacerlo desde un principio, pero cómo saberlo, si tenía certezas, certezas basadas en ilusiones perseguidas desde años antes. Sueños de una etapa de vida saturada de necesidades emocionales. A veces vivo bajo tanta presión que pierdo la nóción del tiempo. Mi tiempo, mi historia. Entraré en un proceso de recuperación de mi historia personal, donde todo ha cambiado de significado. Ahora tiene matices de realidad, una que no conocía hasta apenas hace un par de semanas. Antes creía que las personas podían cambiar, en efecto, comprobé que sí cambian: cada día son peores. Aún me queda una esperanza en mi vida profesional, aunque ya no espero mucho.
En mi comunidad de estudiantes migrantes hay inconformidad, incomodidad, incertidumbre, al borde, en el límite, en la frontera en el sentido más extenso de la palabra. No tenemos lo que venimos a buscar: materializar nuestros ideales. Hoy nos organizamos para discutirlo entre nosotros en un ambiente informal. Yo no iré, me quedé a reorganizar mi memoria, por eso escribo aquí, porque no he encontrado el tiempo ni el espacio para recuperar mi memoria. Al paso de los días y las horas todo se ve más lejano: la beca de Conacyt, el espacio privado de estudio, el aula de clases asignada por El Colef, la credencial de estudiante para obtener los descuentos de la librería y préstamos bibliotecarios, un tutor, un director de tesis; o entregar las tareas, cumplir con la asistencia, participar en clase, llegar a tiempo, seguir las reglas. Y entre todas estas promesas y obligaciones están los planes de vida de cada uno. ¿Por qué llegamos aquí? ¿Qué nos trajo hasta aquí? El imaginario individual y el colectivo, aunque la realidad nos lleve a otras consecuencias, imprevistas. Yo llegué aquí guiándome por mi intuición, leyendo señales, siguiendo signos, signos que no sé si fueron pensados, razonados, hilados lógicamente, basados en algo que no fuera sólo mi creencia. La Epistemología nunca fue lo mío y ahora lo compruebo. Pensé en la familia y no fue como lo imaginé, pensé en la pareja y mucho menos, de la amistad ni hablemos. ¿De dónde me sostengo ahora? No quedan muchas opciones por el momento. Prefiero pasar dos horas escribiendo que conviviendo, aunque la psicóloga diga que las ratas que interactúan con más ratas desarrollan mejores interconexiones neuronales, o como se dice: un nivel más complejo de elaboración cultural.
¿Es así como experimenta un migrante?
Lejanía, vacío, cambios imprevistos, vulnerabilidad en potencia, y poco a poco una adaptación al medio hostil...



















No hay comentarios:

Powered By Blogger