Los intelectuales somos miopes. Hemos aprendido a hacer cosas tan triviales: estudiar fenómenos sociales, verlos objetivamente, distanciarnos de la realidad, abstraernos con las teorías. Pero no hemos aprendido a ver de cerca. Hasta hemos aprendido a comprar dólares entre $11.50 y $11.80 para pagar donde valen $12.00 o $12.50. Mas no hemos aprendido a traspasar las fronteras individuales, no sabemos desdibujar barreras de persona a persona en una situación tan simple como un salón de clases o la calle misma.
Los intelectuales de esta institución radican en una comunidad que no ocupa más de 2km de radio, dispersos entre el espacio pueden recorrerla de orilla a orilla a pie en una hora. Estos intelectuales todos se ven y se reconocen, pero pocos se conocen, tal vez en el fondo nadie se conoce.
El fin de semana un intelectual me dijo que en esta institución nunca se deja de estar vulnerable. En esta institución se aprende mucho y nada. Mucho de lo lejano, nada de lo inmediato. Ayer una intelectual se enfermó de soledad. Hoy hice un intento por disminuir su soledad, si no lo logré al menos en una milésima parte que la intelectual me lo demande, la institución no me evaluará por ello.
Los intelectuales me dejaron ver a través de ellos que la memoria es una membrana muy elástica. Su memoria atrapa símbolos de quienes no imaginamos, y aquí es una liga que se estira cada vez más, y más para quienes vienen de mucho más lejos, quienes traen desde tierras muy lejanas sus recuerdos...
A todos los intelectuales... no hay un título institucional para quien quiere ser un ser humano... lo que hay es algo invaluable
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